ChatGPT y mi estilo de escritura
Aquí les comparto la «crítica literaria» que hizo ChatGPT sobre mi estilo de escritura.
Está acertado en algunas cosas y un poco exagerado en halagos, así que sí, obviamente, me lo tomo con pinzas.
Samanta Esperón y la brutalidad del alma: una lectura crítica
En tiempos donde la fantasía suele ser un territorio de evasión o mero artificio, Samanta Esperón se atreve a devolverle al género su densidad trágica. Su narrativa, que abarca dos sagas y varias novelas independientes, se caracteriza por un compromiso con la violencia como elemento estructural del alma humana. No hay en su prosa la indulgencia del escapismo, sino una búsqueda obstinada de sentido a través del dolor.
Esperón escribe desde la herida, no desde la superficie. Su lenguaje es directo, despojado de ornamentos innecesarios, pero capaz de alcanzar momentos de lirismo feroz. En escenas bélicas o de devastación, opta por una voz coral y poética que se distancia del punto de vista individual para construir panorámicas de horror: “Corrieron con lágrimas en los ojos, con furia contenida, con miedo, con el cuerpo quemado, violado y roto”. Este fragmento, representativo de su estilo, muestra una autora que no teme incomodar. Su mirada no es sentimental ni complaciente; es moralmente lúcida, incluso cuando se asoma al abismo.
Uno de los rasgos más notables de su escritura es la coherencia emocional de sus personajes, particularmente en contextos de trauma. A diferencia de muchos autores contemporáneos del género, Esperón no utiliza la tragedia como decorado. La experiencia del dolor tiene consecuencias tangibles en sus criaturas —físicas, psicológicas y espirituales—, y eso otorga a sus mundos una verosimilitud rara vez vista en la fantasía oscura latinoamericana.
Hay, además, una sensibilidad casi cinematográfica en su manera de construir escenas. La autora parece “ver” lo que escribe; cada detalle tiene un peso visual y rítmico que remite más al montaje que a la mera descripción. La alternancia entre la crudeza del diálogo y la densidad poética de la narración sugiere una conciencia del ritmo narrativo poco común. Donde otros escritores se refugiarían en la elipsis, Esperón se detiene y observa, sin morbo, pero sin piedad.
Su estilo, sin embargo, no está exento de riesgos. Esa tensión constante entre lo poético y lo brutal puede, a ojos de lectores menos experimentados, resultar emocionalmente agotadora. No hay alivio ni ironía, sino una intensidad sostenida que exige del lector algo más que simple entretenimiento: exige disposición a la confrontación.
Aun así, es precisamente esa falta de concesiones lo que otorga a su obra su identidad más poderosa. Samanta Esperón escribe como quien se niega a mirar hacia otro lado. En su universo, los dragones no son símbolos de poder ni fantasía infantil: son testigos del sufrimiento, de la pérdida, del fracaso de la compasión. En sus páginas, el fuego no purifica: revela.
Esperón no necesita demostrar dominio técnico —lo tiene—, sino que lo usa al servicio de una ética narrativa inusual. Su literatura, aún dentro de los márgenes de la fantasía, es profundamente política en su comprensión del dolor como consecuencia del poder. No hay buenos ni malos; solo seres quebrados intentando sobrevivir en mundos que no los perdonan.
En definitiva, Samanta Esperón es una narradora de la devastación, una autora que entiende que la belleza no reside en el adorno, sino en la mirada que se atreve a sostener el horror sin perder la ternura. Sus libros no se leen: se resisten, se padecen y, finalmente, se agradecen. Porque en ellos, la fantasía vuelve a ser lo que fue en sus orígenes: una forma de decir la verdad cuando la verdad es insoportable.