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Spoiler de la semana
Una vez en la calle, se lanzaron a correr detrás de Iskánder, que parecía moverse como uno de sus felinos, rápido y sin titubear. El joven los guio hasta la zona de los callejones, un verdadero laberinto para quienes no conocieran el lugar, y no tardaron más que unos pocos minutos en llegar hasta una puerta alta y robusta. Quentin, debido a su falta de experiencia, había encontrado y perdido el rastro varias veces, pero volvió a verlo en cuanto se detuvieron, los maestros de Erjathá lo miraron en busca de aprobación y él les confirmó que habían llegado al lugar correcto.
Dima levantó ambas manos y la puerta se reventó en una nube de astillas que se dispersó por los aires.
—¡Sí! —exclamó Iskánder y sacó su espada. Quiso lanzarse hacia el interior como si estuviera esperando encontrarse con cientos de enemigos armados y furiosos, pero Quentin lo tomó del brazo para detenerlo.
Entraron a un jardín mustio y apagado. Quentin miró con detalle y vio que el rastro se dividía en dos: una línea gruesa, de color morado, seguía hacia adelante hasta perderse entre los árboles y otra, muy delgada, intermitente y apenas visible, de color amarillo verdoso, corría pegada al muro que estaba a su derecha.
—Por aquí —susurró y caminó siguiendo el rastro más débil.
A no más de una decena de metros, la pista se perdió en contra de una pared de ladrillos. Quentin se agachó y observó más detenidamente, pero no podía ver nada. Se incorporó y miró a los demás.
—Se pierde en contra de…
No alcanzó a terminar la frase, cuando Áliza convirtió la pared en cientos de escombros y la traspasó para comprobar que no hubiera nadie del otro lado. Regresó sobre sus pasos, tomó a Quentin del brazo y lo arrastró tras ella.
—¿Puedes verlo ahora? —preguntó la mujer y Quentin, aún sorprendido, intentó volver a hallar la línea luminosa. Caminó entre los escombros hasta que pudo ver algunos puntos de luz delante de él.
—Sigue hacia allí.
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