Si quieres apoyar mi trabajo, puedes hacerlo en Patreon, o comprándome un cafecito o un tecito ☺

Betty no se acostumbraba a ese mundo, aunque lo viera a diario. Estaba convencida, también, de que debía haber un mundo más lindo, con paz, sol, flores y sin miedo.
Vivían así desde hacía años. Siempre en movimiento, siempre siguiendo la grieta, porque las tierras cercanas a La Herida eran las únicas donde Keilan podía respirar sin que su carne ardiera. La corrupción que habitaba en ella se confundía con la del paisaje, y durante un tiempo, se silenciaba, pero no era una paz duradera. Los del Culto habían aprendido con los años que ellas usaban La Herida para camuflarse y casi siempre encontraban la forma de cruzarse en su camino.
A media tarde llegaron a una aldea enterrada en polvo. Las casas eran esqueletos de techos hundidos y paredes rajadas. Todo olía a óxido y madera podrida.
—¡Qué pueblo más bonito! —dijo Betty—. Bueno, si uno ignora los cadáveres y ese aroma particular a pescado muerto mezclado con vómito de cabra… ¡Pero tiene potencial! ¿No crees?
Keilan no respondió, solo se dispuso a inspeccionar los restos con la mirada entrenada de una bestia acorralada. Betty caminó algunos pasos más hasta que encontró un banco en el que sentarse a descansar.

Ver un resumen de la web